
La luz azul, esa radiación de alta energía emitida por pantallas digitales y luces LED, se ha convertido en una preocupación creciente para la salud. Frank Suárez, experto en metabolismo, alertaba sobre su impacto negativo, especialmente por la noche. Si bien la luz solar es su principal fuente natural, la exposición prolongada a la luz azul artificial altera nuestros ritmos circadianos, el «reloj biológico» que regula funciones vitales como el sueño, las hormonas y el metabolismo.
Según Suárez, la luz azul nocturna engaña al cerebro, inhibiendo la producción de melatonina, la hormona esencial para un sueño reparador. Un descanso de calidad es crucial para un metabolismo eficiente, ya que durante el sueño profundo el cuerpo se repara y regula hormonas clave como la insulina y la glucosa. La falta de sueño inducida por la luz azul puede desequilibrar estos procesos, contribuyendo al aumento de peso y la resistencia a la insulina.
Además de los efectos metabólicos, Frank Suárez también señalaba los posibles daños de la luz azul en la salud ocular. La exposición prolongada puede generar estrés oxidativo en la retina, aumentando el riesgo de problemas oculares relacionados con la edad, como la degeneración macular. Por lo tanto, minimizar la exposición, especialmente antes de dormir, es fundamental para proteger la vista a largo plazo.
Para mitigar los efectos negativos de esta luz, Suárez proponía varias estrategias prácticas. Reducir el tiempo frente a las pantallas al menos 2-3 horas antes de acostarse es crucial. Utilizar filtros de luz azul en dispositivos y gafas especiales puede ayudar a bloquear las longitudes de onda más dañinas. Ajustar la iluminación del hogar con luces cálidas y tenues por la noche, evitando las luces LED brillantes, también es recomendable.
Crear un ambiente completamente oscuro para dormir favorece la producción natural de melatonina. Finalmente, exponerse a la luz solar durante el día, aunque contenga luz azul, ayuda a sincronizar el reloj biológico y promueve un mejor sueño nocturno. La clave, según Frank Suárez, reside en ser conscientes del impacto de nuestro entorno digital y lumínico en nuestra fisiología y tomar medidas proactivas para contrarrestar sus efectos perjudiciales en el sueño y el metabolismo.